Me encontré con este artículo en el diario reforma, el cual retrata en un 80% de mi pensamiento, pero escrito con más jactancia de lo que yo lo habría escrito.
Léalo y después llegue ya a mis comentarios.

.

Artículo
Maciel en el infierno
Los placeres y los días estilo
Andrés de Luna
“¡Que Dios ilumine a Maciel!” fue la petición plena de fervor que lanzara el presbítero Francisco Becerra, ante el fallecimiento del cura pederasta Marcial Maciel. El hecho ronda, una vez más, ese gusto por encubrir lo que está a la vista y que debe repudiarse con energía, en lugar de otorgar bendiciones a semejante delincuente. En otras homilías podría celebrarse la existencia de El Chapo Guzmán o de los Arellano Félix o del Caníbal de la Guerrero. Con sacerdotes
como Francisco Becerra la Iglesia Católica rueda cuesta abajo.
Marcial Maciel, si existe algo más allá de la vida, estará agobiado por el insomnio de la culpa. Hombre cínico hasta el agravio, el cura fundador de los Legionarios de Cristo hizo de su existencia un reino de inmundicia. Violentó infantes a través del abuso sexual que practicó hasta que la vejez se lo impidió. Sus amigos tuvieron esa rara fidelidad que bien podría llamarse espíritu cómplice. Ejerció el derecho de picaporte con Juan Pablo II, quien lo defendió sin tregua. Ratzinger, ahora investido Papa como Benedicto XVI, personaje rudo de la Iglesia Católica, se portó con blandura extrema al prohibirle oficiar misa a un Maciel envejecido, que disfrutaba de los placeres de una Roma principesca y digna de la época de los Borgia. El sinvergüenza eclesiástico era la representación misma del cura consentido, que conservó los dones del poder y las glorias de una lubricidad repugnante. El infierno, esa zona de castigo eterno que tanto le debe a Dante, sería el territorio ideal para acoger un alma putrefacta. Maciel, que gustaba fundar instituciones al estilo de la Universidad Anáhuac, tuvo en sus manos ese poderío al margen de la justicia. Supo paliar las denuncias en su contra; tenía la habilidad enorme de salir avante de las mil y un denuncias en su contra. Carmen Aristegui y Javier Solórzano en el programa televisivo Círculo rojo, que estaba producido por Televisa, transmitieron algunas denuncias de un pequeño grupo de antiguos seminaristas que se vieron involucrados en los actos reprobables de Maciel. Poco tiempo después esa emisión electrónica vio su fin. ¿Acto de censura o mera lógica televisiva?
El cínico es el acomodaticio, el que encuentra en sus actos la oportunidad para obtener el mayor provecho posible. Maciel deseaba que se le considerara como un santo. Hecho que resulta difícil a la luz de sus actos oscuros. Sobre todo porque ante la ceguera del Vaticano y de la justicia mexicana, ya lo único a lo que puede aspirar es a la que emana de potencias superiores y que se calificaría de divina. En ese caso, ese ser excremencial –aunque las heces de pronto son menos indignas– que fue Marcial Maciel deberá formar parte de los habitáculos infernales, en medio de torturas semejantes a las que aplican los judiciales para obtener confesiones exprés. Sólo así empezará a purgar aquello que en vida pasó sin pena y con gloria.


Comentarios
Es el momento más oportuno para empezar a promover la canonización del Maciel que sea san Maciel. Si ese carbón del Chema, ya es san Chema (José María, el confabulador de la “obra de dios”), ya fue canonizado porque no Maciel. Con su canonización se pondrá al descubierto lo mal que esta la institución protectora de la fe única. Si san Jorge mataba dragones, porque no canonizar a un hijo de puta que le gustan los chavitos, al menos los chavitos existen.
En un par de años cuando Belcebú reclame al pedófilo de Ernesto Sevilla Elizondo, lo van a querer canonizar. ¿Saben porqué? Porque le “tiene un gran afecto” a los niños, al igual que el jebus. Es una buena manera de alcanzar la vida eterna y el respeto de los crédulos. Escoger una vida “religiosa” y entablar querencias con personitas tiernas. A todos aquellos creyentes, ni se les ocurra pensar que estoy poseído por algún demonio, o que es un reflejo de mi infelicidad. He sido mas feliz desde que desconocí al hijo de la paloma, y a su apa “Llavé” sic.